martes, 27 de septiembre de 2016

CRÍTICA

E-book animado sobre el clásico de Horacio Quiroga, ”El almohadón de plumas”


  •  En mi opinión, el cuento me gustó; soy partidaria de historias misteriosas que no tienen un desenlace feliz. Horacio Quiroga tiene toques de Poe que son magníficos y sus siniestras obras hacen que siga leyendo aún más. 
  •  Estoy conforme con la obra y por las anécdotas detrás de este cuento. Me parece maravillosa la forma en la que Quiroga interpretó este cuento basado en un hecho real. 






IDENTIDAD LATINOAMERICANA

a selva.
  •   El cuento está escrito de una manera culta formal, no se diferencian jergas propias de algún país. Es directo, claro, pero no incomprensible; logra crear un ambiente de angustia, miedo , tristeza y lleva a l lector a seguir con la historia para conocer el fatídico desenlace.
  •   Hay algunas palabras latinoamericanas como: 

  1. Bando: Es una palabra antigua que hace referencia a los lados de la cabeza.
  2. Antropoide: Animal que posee características semejantes al hombre.
  3. Perlar:  Cubrir o salpicar gotas de agua, lágrimas o sudor.
  4. Síncope: Pérdida repentina del conocimiento.

  •   Se le puede denominar un cuento con identidad latinoamericana ya que fue escrito por el mayor cuentista latinoamericano en la historia, que es como denominan a Horacio Quiroga.






BIOGRAFÍA DEL AUTOR

 



HORACIO SILVESTRE QUIROGA FORTEZA.

• Nació en Salto, Uruguay; el 31 de Diciembre de 1878.
• Infancia difícil: Muerte de su padre, su madre y su padrastro se suicidan delante de él.
• Comenzó a escribir a los 22 años.
• Influencias reconocidas por Edgard Allan Poe y Kipling Conrad.
• Su primer libro de poesía fue “Los arrecifes de coral”, publicado en 1901.
• En 1902, mata accidentalmente a su mejor amigo Federico Ferrando con una pistola.
• En 1903 se fue a Misiones Jesuitas como fotógrafo.
 En 1909 contrajo matrimonio con Ana María y tuvo dos hijos
• Su mujer se quitó la vida en 1917 tras sufrir una fuerte depresión.
• Contrajo matrimonio con la mejor amiga de su hija, con quién tuvo una niña.
• Tras publicar “El crimen de otro” se fue a vivir a la selva.
• Fue Secretario Contador en el Consulado General uruguayo en Buenos Aires.
• Le descubren cáncer gástrico y se suicida tras ingerir cianuro el 19 de febrero de 1937.









CONTEXTO DE PRODUCCIÓN.










Publicado en La Prensa el 7 de noviembre de 1880




“En una niña de seis años, perteneciente a una familia conocida en esta ciudad, se ha palpado antes de ayer un caso raro.

Hacía algunos meses que a la niña se la veía siempre pálida y cada día más delgada, no obstante sentir buen apetito y alimentarse convenientemente.
En la creencia de que tuviese alguna enfermedad  desconocida, fueron llamados varios médicos para que la reconocieran, pero todos opinaron de acuerdo en el sentido de que la niña no padecía de ningún mal; sin embargo, aconsejaron a los padres que la llevasen al campo.  Así lo hicieron.
A los pocos días de estar la niña en el campo, empezó a engrosar y una vez restablecida fue traída a la ciudad nuevamente.
Después de una corta permanencia aquí, comenzó otra vez a adelgazarse, con el asombro de toda la familia, y de los mismos médicos.
La palidez cadavérica volvió a su rostro, y su espíritu se sumergía en una tristeza inexplicable. 
Antes de ayer, la niña iba a ser llevada por segunda vez al campo. Por la mañana, la mucama se ocupaba de acomodarle la cama, cuando notó entre el forro de la almohada un movimiento como si un cuerpo se deslizara interiormente.
Sorprendida por este suceso, llamó a la señora, quien con una tijera cortó el forro de la almohada resueltamente para descifrar el misterio, y retrocedieron aterrorizadas en presencia de su hallazgo, que consistía en un bicho, cuyo nombre ignoramos, color negro y de grandes dimensiones, de forma redonda y con varias y largas patas.
El bicho fue muerto en el acto y del examen que se hizo de él, resultó comprobado que era éste el que absorbía la sangre del cuerpo de la niña.”

[Información extraída de la página http://www.elterritorio.com.ar/nota4.aspx?c=5695844360202698 ]

El texto leído anteriormente se deduce que es proveniente de Uruguay, por el año de publicación del libro "Cuentos de amor, de locura, y de muerte; en 1917) y la locación del autor Horacio Quiroga en ese entonces (Uruguay, su país natal).
La historia real y los acontecimientos no son totalmente iguales; tienen la similitud de la base de todo: el insecto en la almohada. Quiroga adaptó la historia para tomar un punto de vista más terrorífico y sombrío. 

INTERPRETACIÓN DEL CUENTO.







•    Resumen: Alicia una mujer rubia, angelical y tímida, quien recientemente se había casado, sin embargo no se sentía feliz. Su marido la amaba profundamente pero nunca lo demostraba. Alicia viva en una casa grande con sirvientas y todos los lujos que cualquier mujer podría desear, pero se sentía sola, falta de afecto y cariño por parte de su esposo. De repente a Alicia la ataca la enfermedad de la influenza, esto la llevo a estar días y días postrada en una cama.  Los días pasaron y Alicia, nunca se recuperaba, al contrario cada vez estaba peor. Tuvo varias consultas con el médico, quien no podía explicar el porqué de la gravedad de Alicia. Comenzaron los delirios, las alucinaciones y Alicia no mostraba señales de mejoría. En su última consulta el médico le dice a Jordán, su esposo, que ya no hay nada que hacer, este estalla en coraje, debido a la impotencia que sentía en no poder aliviar a su esposa. El tiempo transcurría y Alicia hacia su desfile hacia la muerte, tan grave era su estado, que ya no podía levantar su cabeza, le prohibió a las sirvientas que la tocaran y se negó a que le cambiaran la almohada. Un buen día, Alicia fallece, la sirvienta se encarga de recoger el cuarto donde esta falleció, al levantar la almohada, pega un grito llamando a Jordán.  Jordán busca un cuchillo y abre un agujero en la almohada y para su sorpresa, allí anidaba un monstruoso animal, que desde el día en que Alicia había caído en cama, se había encargado de extraerle la sangre hasta causarle la muerte.

•   Se puede inferir del texto que los hechos transcurren durante el invierno, la pareja se había casado en abril y había vivido durante tres meses una dicha especial. El hecho de que sea invierno se relaciona directamente con la frialdad de la casa y de su marido, en contraste con la calidad de Alicia.

•    También se puede inferir que el libro está ambientado en la época en la que fue escrito (Uruguay, 1917), ya que en ese entonces la medicina no era avanzada y los conocimientos científicos eran limitados.

















miércoles, 21 de septiembre de 2016

CUENTO: EL ALMOHADÓN DE PLUMAS.


(Cuentos de amor, de locura y de muerte), (1917)

Horacio Quiroga.

Su luna de miel fue un largo escalofrío. Rubia, angelical y tímida, el carácter duro de su marido heló sus soñadas niñerías de novia. Lo quería mucho, sin embargo, a veces con un ligero estremecimiento cuando volviendo de noche juntos por la calle, echaba una furtiva mirada a la alta estatura de Jordán, mudo desde hacía una hora. El, por su parte, la amaba profundamente, sin darlo a conocer.

Durante tres meses--se habían casado en abril--vivieron una dicha especial. Sin duda hubiera ella deseado menos severidad en ese rígido cielo de amor, más expansiva e incauta ternura; pero el impasible semblante de su marido la contenía en seguida.

La casa en que vivían influía no poco en sus estremecimientos. La blancura del patio silencioso--frisos, columnas y estatuas de mármol--producía una otoñal impresión de palacio encantado. Dentro, el 
brillo glacial del estuco, sin el más leve rasguño en las altas paredes, afirmaba aquella sensación de desapacible frío. Al cruzar de una pieza a otra, los pasos hallaban eco en toda la casa, como si un largo abandono hubiera sensibilizado su resonancia.

En ese extraño nido de amor, Alicia pasó todo el otoño. No obstante, había concluido por echar un velo sobre sus antiguos sueños, y aún vivía dormida en la casa hostil, sin querer pensar en nada hasta que llegaba su marido.

No es raro que adelgazara. Tuvo un ligero ataque de influenza que se arrastró insidiosamente días y días; Alicia no se reponía nunca. Al fin, una tarde pudo salir al jardín apoyada en el brazo de él. Miraba indiferente a uno y otro lado. De pronto Jordán, con honda ternura, le pasó la mano por la cabeza, y Alicia rompió en seguida en sollozos, echándole los brazos al cuello. Lloró largamente todo su espanto callado, redoblando el llanto a la menor tentativa de caricia. Luego los sollozos fueron retardándose, y aún quedó largo rato escondida en su cuello, sin moverse ni decir una palabra.

Fue ese el último día que Alicia estuvo levantada. Al día siguiente amaneció desvanecida. El médico de Jordán la examinó con suma detención, ordenándole calma y descanso absolutos.

--No sé--le dijo a Jordán en la puerta de calle, con la voz todavía baja.--Tiene una gran debilidad que no me explico, y sin vómitos, nada... Si mañana se despierta como hoy, llámeme en seguida.

Al otro día Alicia seguía peor. Hubo consulta. Constátese una anemia de marcha agudísima, completamente inexplicable. Alicia no tuvo más desmayos, pero se iba visiblemente a la muerte. Todo el día el dormitorio estaba con las luces prendidas y en pleno silencio. Pasábanse horas sin oír el menor ruido. Alicia dormitaba. Jordán vivía casi en la sala, también con toda la luz encendida. Paseábase sin cesar de un extremo a otro, con incansable obstinación. La alfombra ahogaba sus pasos. A ratos entraba en el dormitorio y proseguía su mudo vaivén a lo largo de la cama, mirando a su mujer cada vez que caminaba en su dirección.

Pronto Alicia comenzó a tener alucinaciones, confusas y flotantes al principio, y que descendieron luego a ras del suelo. La joven, con los ojos desmesuradamente abiertos, no hacía sino mirar la alfombra a uno y otro lado del respaldo de la cama. Una noche se quedó de repente mirando fijamente. Al rato abrió la boca para gritar, y sus narices y labios se perlaron de sudor.

--¡Jordán! ¡Jordán!--clamó, rígida de espanto, sin dejar de mirar la alfombra.

Jordán corrió al dormitorio, y al verlo aparecer Alicia dio un alarido de horror.

--¡Soy yo, Alicia, soy yo!

Alicia lo miró con extravío, miró la alfombra, volvió a mirarlo, y después de largo rato de estupefacta confrontación, se serenó. Sonrió y tomó entre las suyas la mano de su marido, acariciándola temblando.

Entre sus alucinaciones más porfiadas, hubo un antropoide, apoyado en la alfombra sobre los dedos, que tenía fijos en ella los ojos.

Los médicos volvieron inútilmente. Había allí delante de ellos una vida que se acababa, desangrándose día a día, hora a hora, sin saber absolutamente cómo. En la última consulta Alicia yacía en estupor mientras ellos la pulsaban, pasándose de uno a otro la muñeca inerte. La observaron largo rato en silencio y pasaron al comedor.

--Pst...--se encogió de hombros desalentado su médico.--Es un caso serio... poco hay que hacer...

--¡Sólo eso me faltaba!--resopló Jordán. Y tamborileó bruscamente sobre la mesa.

Alicia fue extinguiéndose en subdelirio de anemia, agravado de tarde, pero que remitía siempre en las primeras horas. Durante el día no avanzaba su enfermedad, pero cada mañana amanecía lívida, en síncope casi. Parecía que únicamente de noche se le fuera la vida en nuevas olas de sangre. Tenía siempre al despertar la sensación de estar desplomada en la cama con un millón de kilos encima. Desde el tercer día este hundimiento no la abandonó más. Apenas podía mover la cabeza. No quiso que le tocaran la cama, ni aún que le arreglaran el almohadón. Sus terrores crepusculares avanzaron en forma de monstruos que se arrastraban hasta la cama y trepaban dificultosamente por la colcha.

Perdió, luego, el conocimiento. Los dos días finales deliró sin cesar a media voz. Las luces continuaban fúnebremente encendidas en el dormitorio y la sala. En el silencio agónico de la casa, no se oía más que el delirio monótono que salía de la cama, y el rumor ahogado de los eternos pasos de Jordán.

Murió, por fin. La sirvienta, que entró después a deshacer la cama, sola ya, miró un rato extrañada el almohadón.

--Señor--llamó a Jordán en voz baja.--En el almohadón hay manchas que parecen de sangre.

Jordán se acercó rápidamente y se dobló a su vez. Efectivamente, sobre la funda, a ambos lados del hueco que había dejado la cabeza de Alicia, se veían manchas de sangre.

--Parecen picaduras--murmuró la sirvienta después de un rato de inmóvil observación.

--Levántelo a la luz--le dijo Jordán.

La sirvienta lo levantó, pero en seguida lo dejó caer, y se quedó mirando a aquél, lívida y temblando. Sin saber por qué, Jordán sintió que los cabellos se le erizaban.

--¿Qué hay?--murmuró con la voz ronca.

--Pesa mucho--articuló la sirvienta, sin dejar de temblar.

Jordán lo levantó; pesaba extraordinariamente. Salieron con él, y sobre la mesa del comedor Jordán cortó funda y envoltura de un tajo. Las plumas superiores volaron, y la sirvienta dio un grito de horror con toda la boca abierta, llevándose las manos crispadas a los bandós:--sobre el fondo, entre las plumas, moviendo lentamente las patas velludas, había un animal monstruoso, una bola viviente y viscosa. Estaba tan hinchado que apenas se le pronunciaba la boca.

Noche a noche, desde que Alicia había caído en cama, había aplicado sigilosamente su boca--su trompa, mejor dicho--a las sientes de aquella, chupándole la sangre. La picadura era casi imperceptible. La remoción diaria del almohadón había impedido sin duda su desarrollo, pero desde que la joven no pudo moverse, la succión fue vertiginosa. En cinco días, en cinco noches, había vaciado a Alicia.

Estos parásitos de las aves, diminutos en el medio habitual, llegan a adquirir en ciertas condiciones proporciones enormes. La sangre humana parece serles particularmente favorable, y no  es raro hallarlos  en los almohadones de pluma.




*Véase en línea http://www.literatura.us/quiroga/plumas.html *




















PORTADA



*EL ALMOHADÓN DE PLUMAS* - HORACIO QUIROGA.


REDACTADO POR: SOFÍA PINTO.
CURSO: 4ºA
ESTABLECIMIENTO: CENTRO EDUCACIONAL EVANGÉLICO DE HUALPÉN.
ASIGNATURA: LITERATURA E IDENTIDAD,
PROFESOR: DANIEL ALARCÓN.